Aves de Valsaín
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dos Un tres
 

El encinar es un ecosistema escaso en los Montes de Valsaín. Además este presenta un desarrollo muy desigual, existiendo una mayor parte de pies de pequeño porte (chaparros) algunos grupos aislados de mayor tamaño (incluso alguna zona adehesada) y bastante superficie de sustitución o degradación del encinar con sus matorrales asociados. Las encinas han tenido muchos usos, producción de bellotas, producción de leña y carbón, etc, que sin duda los fueron diezmando en nuestras tierras. Las únicas representaciones de encinar sin intrusiones de otras especies, las podremos encontrar en Cabeza Grande, al norte de Cabeza de Gatos, en la zona de los Corrales de las Capellanas y en la zona conocida como el Chaparral, en la ladera norte del Cerro de Matabueyes, aunque podemos encontrar encinas dispersas por muchas otras partes y sus etapas de degradación en forma de pastos con cantuesares y berceales.

 
 

Encinar

 
   
 

En los crudos días fríos de invierno, el encinar parece un ecosistema estático carente de vida, donde los córvidos serán los animales más visibles. Las urracas (pica pica), reunidas ahora en pequeños bandos, siempre ruidosas, nos recibirán subidas a las chaparras con su peculiar plumaje pío que da nombre al común picazas. Su característico sonido de alerta "kj,kj,kj,kj,kj" nos alertará de su presencia. También será posible ver volando un pequeño grupo de córvidos negros, serán las cornejas negras (corvus corone),normalmente formado por la pareja y alguno de los jóvenes del año. También la podremos encontrar en el suelo o sobre algún peñasco emitiendo con el cuello estirado su caracteristico sonido "croaaa". Si el córvido presenta el cuello más largo, mayor tamaño y la cola en forma de cuña se tratará sin duda del cuervo grande (corvus corax), menos frecuente que las cornejas pero que también se empareja de por vida.

Aunque no muy frecuente en los Montes de Valsaín, otro córvido que podemos encontrarnos asomando por los encinares de Cabeza de Gatos, es el rabilargo ibérico (cyanopica cookii), los veremos moverse en grupo de chaparra en chaparra, sus movimientos son cíclicos adelantándose los unos a los otros, para volverse a quedar los primeros atrás. Siempre ruidosos a veces nos delatarán la presencia de otros animales como el astuto zorro o el miope jabalí. En los prados del encinar bien abonados por los excrementos de las vacas encontraremos otro córvido negro, que reconoceremos fácilmente por su nuca gris, se trata de la grajilla occidental (corvus monedula) que en estas fechas formará un buen grupo levantando piedras y boñigas del prado en busca de alimento. No muy lejos de ellas otro bando grande de aves negras se alimenta en el suelo levantando fácil el vuelo, moviéndose sincronizadamente en el aire y volviéndose a posar poco tiempo después. Se trata de un bando de estorninos, la mayoría de sus componentes serán negros (sturnus unicolor), aunque no es difícil que pase desapercibido algún pinto (sturnus vulgaris) en el bando e incluso algún ejemplar híbrido que presente caracteres intermedios entre las dos especies. En los días soleados también es posible oírlos cantar de diferentes posaderos con el plumaje del cuello erizado, el pico levantado al cielo, y agitando sus cortas alas.

Entre los restos de unas santolinas avanza peonando un grupo de perdices (alectoris rufa) nos permiten un gran acercamiento hasta que realizan su torpe y bajo vuelo para perderse unas decenas de metros. ¿ Procederán de alguna repoblación?, imaginamos que sí.

Otro pájaro que podremos ver en bandos comiendo del suelo, los granos y el pienso aportado por los ganaderos a sus vacas, es el pinzón vulgar (fringilla coelebs). Se trata de un ave confiada que nos podrá dejar observar las diferencias entre hembras y jóvenes y machos, ahora de colores más apagados que en época nupcial. Si prestamos atención a estos pequeños bandos de pinzones, en ocasiones, podremos dar con un pinzón de colores más rojizos, se trata del pinzón real (fringilla montifringilla) que, procedente de zonas más norteñas de Europa nos visita en pequeño número tras los fuertes temporales.

Acercándonos a los rosales silvestres, los majuelos o las menudas chaparras, podremos observar fugazmente un pequeño ave recorriendo las ramitas, pocas veces la observación será buena pero la larga cola, alzada hacia arriba, su pequeño, tamaño y los grisáceos tonos del ave, nos sacarán pronto de dudas, se trata de la curruca rabilarga (sylvia undata) que busca insectos y arácnidos ocultos en los brotes y ramitas. Al acercarnos a la chaparra donde, junto al arroyo, se perdió la curruca, nos sobresalta el sonido chillón como de "echarnos la bronca" de un pájaro negro, que sale de la espesura con vuelo rápido y bajo, para volver a perderse en la espesura de un rosal silvestre. Se trata del mirlo común (turdus merula), abundante en casi todos los ecosistemas del monte. En lo alto de una carrasca podemos ver la silueta de un pájaro claro y cabezón, que en los días más soleados emite una amalgama inclasificable de sonidos y chirridos metálicos, se trata del alcaudón real (lanius meridionalis). Le vemos año tras año casi en los mismos posaderos a la espera de alguna presa.

El ratonero (buteo buteo) que vimos en el poste junto a la carretera levanta el vuelo y nos deja observar sus redondeadas alas blanquecinas por debajo. Algo más lejana observamos la silueta de otra rapaz de tonos rojizos y marcada cola ahorquillada, se trata del milano real (milvus milvus), que en invierno nos visita desde sus zonas de cría mucho más al norte de España. Su población nidificante ha descendido mucho debido principalmente al veneno y al ser “humano” que hay detrás. Nos acercamos al camino y en un rosal silvestre divisamos otro ave del tamaño de un gorrión. Al mirar por los prismáticos vemos un precioso macho de escribano soteño (emberiza cirlus) que nos deja acercarnos confiado hasta que levanta el vuelo hacia otro rosal más alejado.

Un sonido agudo “tidit, tidittidit” nos llama la atención a un grupo de pajarillos parduscos que avanza por el prado con vuelo ondulante. Caen la mayoría sobre dos chaparras, al acercar nuestra vista, nos damos cuenta de que se trata de un bando de pardillos (carduelis cannabina), ahora el plumaje de los machos es mucho más modesto, alejado del rojo incendiado del pecho y frente de la primavera.

Algo se mueve en la encina grande, es una de las pocas encinas de talla mediana que hemos encontrado en nuestro paseo. Observando el ramaje con más detenimiento vemos moverse un pequeño pajarillo, que alarma “tsi, tsi, pan”, se trata de un carbonero común (parus major) que recorre las ramillas de las encinas en busca de alimento. Otro sonido de alarma lleva nuestra atención hacia el endrino junto al muro de piedra, donde un pajarillo más pequeño aún que el carbonero, hace equilibrios boca abajo sobre una de las espinas, se trata de un herrerillo común (Cyanistes caeruleus) que lejos ahora de el robledal recorre el campo abierto del encinar buscando algo que llevarse al pico.

Llegando al fin de nuestro viaje un dulce sonido “ti lui lí” lleva nuestra mirada a otro bando de pajarillos, que aletean de manera ondulante, sus bellos colores no dejan lugar a la equivocación, se trata de un bando de jilgueros (carduelis carduelis) que nos despiden hasta una próxima jornada.

 
   
 

Alcaudón real (Lanius meridionalis)

 
   
 

Muy diferente es el encinar en los albores de la primavera, cuando la hierba está alta y verde, y la helada de la mañana está derritiéndose rápidamente con los primeros rayos de sol que hoy calentarán bien la tierra a medio día. Hay un sonido conocido que lo inunda todo, cerca de nosotros el “u pu pu” de la abubilla (upupa epops), que reclama en la encina es contestado por otra en la lejanía, las plumas de la cresta erizadas nos delatan que es otro macho el que se encuentra cerca. Pronto los veremos perseguirse. Otro pajarillo nos recibe con un canto peculiar y chirriante, como de cristales rotos, miramos en la parte alta del raquítico árbol y observamos un pequeño ave de preciosos tonos amarillos, se trata del serín verdecillo (serinus serinus), que reclama con insistencia su territorio, pronto saltará de su posadero para realizar un curioso vuelo amariposado, para posarse no lejos del primer posadero, siempre sin dejar de cantar. La mayoría de las aves que en el invierno tuvimos que buscar se presentan ahora excitadas y con preciosos colores, el macho de escribano soteño en el majuelo, el pinzón vulgar en la mitad de la mediana encina, cantando con insistencia. Tampoco paran los estorninos en los cables de la luz y en los muros de las fincas. Desde lo alto de un rosal silvestre reclama u pequeño ave, es una curruca carrasqueña (sylvia cantillans), de preciosos colores, que sólo en estas fechas nos permitirá una buena observación.

Algunas aves nos sorprenden en el prado aleteando a media altura mientras emiten un precioso canto, se trata de las alondras totovías (lullula arbórea), que muestran su celo, dando por concluido el frío invierno. Otro ave en lo alto de una encina emite un chirrido monótono se trata de otro ave de preciosos colores verde amarillentos. Es un verderón común (chloris chloris), un precioso macho delimitando su territorio.

En la alambrada metálica un pájaro pardo y grande canta insitentemente la misma estrofa acabada en un sonido chasqueante, se trata de un escribano triguero (emberiza calandra), cientos de metros más delante hay otro cantando con la misma insistencia. El campo se encuentra en plena ebullición, el sonido del cuco (cuculus canorus) vuelve a oírse. Dicen los agricultores que predice la tormenta, pero en estos días es muy fácil que esta se presente. Unos minutos después nuestro paseo nos rebela también la bolita blanca sobre la encina, sus extraños sonidos no dejan de sorprendernos, se trata del alcaudón común (lanius senator), que nos demuestra con su píleo rojo intenso que se trata de un macho en busca de pareja.

En la encina se mueve un pájaro grande, mirando con los prismáticos, vemos que se trata de una pareja, son los críalos (clamator glandarius), uno de ellos le regala un saltamontes al otro, se trata del macho agasajando a la hembra. No muy alejado de lo que ocurre con nuestra especie. No andará lejos el nido de las urracas que van a parasitar. Otro pajarillo, se mueve en lo más espeso de la chaparra, por unos segundos se posa en el mallazo metálico que la protege de las vacas desde que fue trasplantada, se trata de una curruca mirlona (sylvia hortensis), su visión siempre nos produce gran emoción pues sabemos que es escasa en estos montes. Nuestra jornada de campo va dando a su fin y nuestras obligaciones adquiridas nos llaman, queriendo quizá rebelarnos contra el paso del tiempo saltamos desde una roca a otra, somos conscientes de que ahora nuestro salto no es tan ágil y aún a riesgo de rompernos un tobillo volvemos a saltar. Al caer toscamente sobre la piedra, un ave grande nos sobresalta saliendo del albergue que las rocas le proporcionaban en el suelo, se trata de un chotacabras europeo (caprimulgus europaeus), ave nocturna que descansaba plácidamente hasta que torpemente caímos sobre su roca. Con una media sonrisa en la boca, recuperándonos del susto, nos vamos hacia casa, pensando ya están los chotas aquí, tendré que acercarme por la noche a ver y oír su espectacular celo.

 
   
 

Cantuesar

 
   
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